La memoria, tan denostada en nuestro actual sistema educativo, es  una facultad psíquica por la que se retiene y recuerda el pasado. Para el denuesto se echa mano, por ejemplo, a tópicos como la manida memorización de la lista de los reyes godos. La pérdida de la memoria -más allá de enfermedades terribles como el alzhéimer o de las acometidas de la edad- es hoy una realidad cada vez más extendida en nuestro tiempo. Esa pérdida de memoria es, en parte una consecuencia de una tecnología cada vez más avanzada que ha llevado a imponer realidades en nuestro tiempo que apenas vislumbrábamos hace unos años y no sospechábamos un par de décadas atrás. ¿Quién memoriza hoy algunos números de teléfono? ¿Quién recuerda elementales procedimientos matemáticos? ¡Para qué! Tenemos la llamada memoria del teléfono o la calculadora que forma parte de las prestaciones de dicho teléfono.  Algo parecido está ocurriendo con la memoria colectiva. Una afirmación de mucho calado, -se atribuye a Jorge Santayana-, que en su día resultó una novedad, sin duda atractiva, está hoy desgastada por su uso excesivo, pero conserva el peso de lo que señala: los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla. Numerosos indicios señalan que estamos en el camino de la desmemoria. Tanto que hay quien señala que es tradición un evento por el hecho de haberse celebrado desde hace uno o dos años.

La desmemoria afecta de forma muy directa al campo de la política y no me refiero al olvido en que con gran frecuencia caen las promesas realizadas en épocas electorales, sino a algo que me parece más grave porque, no forma parte del tinglado en que a veces se convierte una campaña electoral, sino porque, jugando con esa desmemoria colectiva, se nos pierde cualquier consideración a ser poseedores de ese facultad por la que se retiene y se recuerda el pasado.

Estos días un grupo de cargos públicos del PSOE han mantenido una reunión para animar al último secretario general de dicho partido, el defenestrado Sánchez, a que se decida a presentarse como candidato a las primarias que ha de convocar la comisión gestora que se ha hecho cargo del PSOE. Sánchez no ha se pronunciado sobre sus intenciones, pero ha agradecido a ese grupo de cargos públicos socialistas su iniciativa, señalando que -cito textualmente- “haremos posible la recuperación del PSOE”.

¿Hay que recuperar al PSOE? Una respuesta afirmativa es casi ineludible. Es algo evidente. La situación en que se encuentra requiere de una urgente recuperación. Pero ¿Por qué hay que recuperarlo? ¿Quién lo ha conducido a la actual situación? ¿Quién ha llevado a los socialistas a contar con 85 diputados en el Congreso rebajando al ya escuálido grupo -escuálido para un partido de gobierno como lo es el socialista-  de 90 diputados que había alcanzado en diciembre de 2015? ¿Quién ha conducido al PSOE de los 110 escaños que tenía en 2011 a la cifra actual? ¿Quién ha perdido en muy poco tiempo millón y medio de votos estando en la oposición y, por lo tanto, sin tener el desgaste que suele acompañar a quien gobierna?

El máximo responsable es quien fue su secretario general, es decir Pedro Sánchez. El mismo que señala la necesidad de recuperación del PSOE. ¡Que desmemoria! Sánchez  apuesta por una desmemoria colectiva que está muy próxima a la amnesia. Sólo en un país desmemoriado pueden hacerse afirmaciones como la que firmaba en su nota de agradecimiento a quienes lo animan a…

(Publicada en ABC Córdoba el 7 de enero de 2017 en esta dirección)

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